Galicia es mar, pero también memoria, historias y tradiciones. Las costas que abrazan Celeiro y Burela llevan siglos sintiendo el impulso del oleaje, regalando a comunidades enteras un oficio que no solo da de comer, sino que forma parte del sentido de identidad.
Raíces muy antiguas: pesca desde los castros hasta los romanos
Desde los poblados costeros de la Edad de Hierro (los “castros”), los habitantes ya aprovechaban los recursos del mar. Se han encontrado restos arqueológicos (conchas, aparejos rudimentarios) que dan cuenta de una pesca de subsistencia ancestral.
Con la llegada de Roma, la pesca empieza a diversificarse: aparecen fábricas en tierra dedicadas a la salazón del pescado, lo que permite conservarlo para mercados lejanos.
Así, los gallegos empezaron a tejer una red de técnicas, saberes y rutas marítimas que serían pilares del desarrollo pesquero siglos más adelante.
Artes tradicionales que persisten
Una de las grandezas de Galicia es que muchas de esas artes antiguas aún pueden observarse hoy, aunque adaptadas. Algunas destacadas:
- Pesca con nasas y trampas: usadas para capturar crustáceos y mariscos, son un método de bajo impacto que aprovecha la conducta natural del animal (buscar refugio).
- Pesca costera con redes tejidas a mano: ya hace 2.500 años los antiguos galaicos usaban barcas ligeras y redes tejidas manualmente para faenar cerca de la costa.
- La dorna gallega: embarcación emblemática en las rías gallegas, de madera, con vela y remos para momentos sin viento. Todavía hay quien la conserva como barco de tradición.
- Otras redes tradicionales, cuerdas y aparejos antiguos siguen siendo parte del patrimonio marinero, aunque muchas veces solo como memoria o recreación.
Estas técnicas no solo tenían sentido económico; también implicaban un conocimiento profundo del mar, de las corrientes, de las mareas, de los refugios, de los momentos adecuados para faenar.
Ritos, creencias y mitos del mar
La relación del pescador con el océano nunca fue puramente técnica: el mar es impredecible, poderoso, a veces temible. Eso hizo nacer creencias, rituales y gestos cargados de significado:
- En varias villas costeras gallegas se celebran procesiones marítimas en honor a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, pidiendo protección para las embarcaciones.
- En los pueblos del Salnés existía el rito de arrojar al mar un trozo de “broa” (pan de maíz) antes de salir a faenar, como ofrenda simbólica para apaciguar las aguas.
- Se registran “ritos de marinería” para proteger barcos de tormentas o malos presagios, integrados en la cultura local de los puertos.
Estos gestos no eran superstición vacía, sino mecanismos simbólicos para lidiar con lo impredecible: el viento, la marejada, la espera. En un oficio tan dependiente del clima y de fuerzas naturales, toda protección cuenta.
Transformaciones del siglo XIX en adelante
Con la industrialización, las costas gallegas vieron cambios profundos:
- Se incrementó la pesca comercial, con barcos más grandes y técnicas más tecnificadas, para abastecer mercados nacionales e internacionales.
- Las conservas y salazones cobraron protagonismo: poder conservar el pescado permitió exportarlo más lejos, diversificar destinos y cambiar la relación del mar con la tierra.
- Las flotas gallegas pasan a representar un porcentaje importante del total español en capturas, muchas veces con esfuerzo por modernizarse.
Pero ese progreso trajo tensiones: sobreexplotación, pérdida de artes antiguas, desigualdad entre flotas grandes y artesanales. Fue necesidad y conflicto.
La pesca hoy: memoria y futuro
En la actualidad, muchas de estas historias viven en los puertos, en los nombres de los barcos, en las fiestas del mar, en las exposiciones de museos marinos. Pero también en cada descarga, en cada pesca responsable, en la apuesta por pescados y mariscos frescos gallegos con trazabilidad.
Desde Celeiro y Burela, aunque no tengamos testimonios antiguos directos para citar, el vínculo con el oficio se siente: cada red, cada embarque, cada lomo de merluza de pincho remite a un pasado que nos conecta con generaciones que ya pensaban el mar como sustento y como herencia.



